Mi primer lugar de investigación en el Parque Nacional Natural Corales de Rosario y San Bernardo fue Isla Grande. Isla Grande es una hermosa isla de 2 km2, la isla más grande del parque, que también explica el origen de su nombre. Tiene una población de alrededor de 800 personas, pero debido a su belleza y proximidad (a una hora en barco) a Cartagena es un punto importante de turismo, con cientos de turistas mensuales. También hay un acuario en Isla Grande que atrae turistas de Cartagena que hacen excursiones de un día, además de varios eco-hoteles que reciben a visitantes de todo el mundo, por lo que se puede duplicar a la población local en cualquier momento. Sin embargo, la isla es tan pequeña que no hay carreteras ni automóviles, sólo tiene senderos peatonales. Se caracteriza, como todas las otras islas del parque, por su típica flora y fauna caribeña, con muchos cocoteros, palmeras y ceiba, manglares blancos, rojos y negros, fragatas y garzas, entre muchos otros.
Poco después de llegar a Isla Grande, pasó el huracán Mathew por el Caribe. A pesar de que la tormenta no estuvo lo suficientemente cerca como para causar daños graves alrededor de las islas, Cartagena detuvo todo el tráfico de barcos entre el continente y las islas, y entre islas. Como estaba extremadamente ventoso y llovió durante unos 5 días, esto terminó beneficiándonos, ya que los pescadores se quedaron en sus casas con mucho tiempo libre.
El primer pescador que entrevisté era una persona muy especial por muchas razones. En primer lugar, tiene más de 70 años que para esas islas es poco común. En segundo lugar, él se considera estar retirado de la pesca, que también es muy raro para el gremio, ya que casi siempre dependen de la misma aunque sea en adición a alguna otra actividad lucrativa, y tercero él en su vejez se ha dedicado a la investigación y conservación de la naturaleza. Su nombre es Bernardo, y Bernardo ha pasado su vida dependiendo del océano para proporcionarle comida y dinero a su familia, pero ahora, en su tercera edad, decidió que era el momento de devolverle el favor al océano. A diferencia de muchos pescadores, Bernardo desarrolló una relación muy cercana con el Parque y colabora con ellos en varios esfuerzos para su conservación. Su proyecto primordial es el programa de monitoreo de nidos de tortugas del Parque. A pesar de que Bernardo se especializó en la captura de pargo (saltona) y atún con un carrete manual la mayor parte de su vida, tiene un talento natural para detectar los nidos de tortugas verdes y de carey.
Lo que me pareció más interesante al hablar con Bernardo fue su cambio radical de acciones y pensamientos al momento de jubilarse. A pesar que todavía le gusta pasar tiempo en la playa y contemplar el océano, es casi imposible conseguir que se suba a un barco para ir a pescar. Después de tantos años de pasar tiempo en su canoa y bajo el sol, Bernardo evita estar bajo los rayos solares o en agua salada. Siempre me imaginé que a pesar que uno puede cansarse de las dificultades y esfuerzos que requiere la vida pesquera, pensé que el amor de estar en altamar nunca se desvanecería. Sin embargo, este no fue el caso de Bernardo. Parece haber agotado las ganas de estar en una lancha, bajo el sol pescando y ahora realiza otras actividades que nunca había considerado antes. Esto, más que nada, me demostró que la mentalidad de alguien puede cambiar si algo dentro de ellos hace un “click” mental. Bernardo me dijo que una vez terminó de construir su casa y criar a sus hijos, ya no sentía la necesidad de seguir pescando. Habiendo trabajado toda su vida y finalmente sintiéndose satisfecho de haber sido responsable con las necesidades de su familia, finalmente decidió cuidar a quién lo había proveído toda su vida, el océano.